
Aunque le joda, se les ha visto el plumero, y es que la señora Mercedes Milá que se pasa el día defendiendo sus ideales y las cosas que le molan (aunque sean una puta mierda hablando en plata) puede decir misa, que se les ve. Y es que los giros inesperados en los realitys siempre huelen a poca audiencia, a intento desesperado por captar adeptos, a que se va el asunto al garete.
Y luego aparece ella, la madre de las maestras liendres (que de todo sabe de todo entiende) y que se pone bien chula a la mínima de cambio, como una ''jenni'' de barrio a la que le quieren quitar al novio y se enzarza en una pelea de tirones de pelo y bolsazos para lanzar mensajes desafiantes amenazadores en plan: ''el que diga que esto es un tongo que nos denuncie en juzgado''. Hombre claro, os imagináis llegar al juzgado: ''mire señoría, estoy seguro de que el gran mardano es un tongo, quiero ponder una denuncia''.
Y el giro inesperado viene a ser meter otra vez en la casa a la primera/o expulsada/o, ''supuestamente'' por votación del público (y una polla como una olla Merche), que no es otro/a que un/a transexual que se va del mundo, de figura anoréxica, que le mola sobarle la polla a los ingenuos concursantes que creen que es una muchacha más, de figura sílfide, de pómulos marcados, y de dientes de caballo, con modelitos horteras y dando por el culo a todas horas.
Pero la señora Mercedes puede seguir orgullosa, de su programa sin tongo, de sus peinados ajenovergonzosos y de su dragqeen escapado de una peli de terror de serie b.
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